La No Victoria en la Guerra del Chaco

La ciudad de Villamontes, a la que nos llevó nuestra quinta jornada en Bolivia, fue uno de los puntos centrales de la Guerra del Chaco, una guerra con más de 20.000 muertos en ambos bandos y que finalizó en 1935 con un cese de hostilidades en el que no hubo ni vencedores ni vencidos.

Las palabras más utilizadas por los bolivianos (civiles y militares) y los sentimientos más compartidos son los de “guerra inútil”, “masacre” de aquellos indígenas “enviados a morir en una guerra desconocida en un territorio desconocido” o “sed”.

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La “guerra de la sed”, como ha sido denominada tanto en Paraguay como en Bolivia, sigue presente en los pensamientos diarios del ejército boliviano, y del teniente Calderón Zambrana, que nos recibe en el Museo de la Guerra del Chaco de Villamontes, corazón de la ciudad, tanto por su ubicación como por su latir dentro de cada uno de sus habitantes.

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Un recorrido por fotografías, objetos, armas y documentos de otra horrible guerra, pero sobre todo por los sentimientos de Freddy Calderón nos abren las puertas a una nueva reflexión que nos acompañará a Paraguay, sobre los motivos reales que llevaron a una guerra donde el verdadero enemigo enfrentado por ambos bandos fue la falta de agua.

La guerra del Chaco arrastró a indígenas aymaras y quechuas del frio y seco altiplano boliviano la región más seca y calurosa del país, arrastró también a comandantes bolivianos que eran destituidos sucesivamente de sus cargos e incluso al presidente Salamanca, que fue obligado a dimitir en el centro de mando hoy denominado “corralito” y que también visitamos.

Hoy, en los colegios bolivianos se estudia la Guerra del Chaco como una derrota militar, pero en estos textos no aparecen referencias a los abundantes recursos naturales que se descubrieron pocos años antes en el Chaco, ni a las poblaciones que habitaban la región y que se vieron desplazadas o combatiendo sin ninguna formación militar, ni a los aymaras y quechuas que realmente perdieron su vida lejos del imponente altiplano.

 

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Sin embargo, el teniente Calderón y nuestros compañeros bolivianos no dudan en repetir alto y claro que dicha guerra fue una mentira, y aún hoy lo sigue siendo. Terminamos nuestra jornada bajo un árbol, el algarrobo (“La Trinchera”) donde ambas naciones hermanas se fundieron en un abrazo tras un cese de hostilidades al que ni paraguayos ni bolivianos quieren llamar paz ni tratado.

La paz llegaría de las manos de vencedores y vencidos, este abrazo simboliza lo mucho que ambos perdieron y que nunca recuperaron, mucho más allá del territorio. Pero antes de volver a nuestro trabajo diario de escritura, edición y reflexión, no quisimos dejar de pasar la oportunidad de jugar un partido amistoso entre viajeros paraguayos, españoles, bolivianos y argentinos con el ejército boliviano. Diremos, por respeto a nuestros compañeros, que tampoco en esta ocasión hubo vencedores, ni vencidos. Esta vez, todos ganaron.